lunes, 1 de septiembre de 2014

Broken Dolls. Capítulo 11.

Love.
Broken Dolls. Capítulo 11



Bajo las escaleras tan silenciosamente como puedo, pero supongo que no importa si hago ruido: La lluvia afuera llena el silencio en la casa.
Cuando llego a la cocina, Holly está sentada en la isla con una taza de té.
--Hey. ¿Qué haces despierta? Son como las dos de la mañanaMe dice, sorprendida.
--Podría preguntarte lo mismo.
Me siento frente a ella y Holly arrastra el paquete de mini donas hacia mí.
--Angelo fue a comprar comida ayer. Y también nos compró ropa. Tiene que detenerse, porque lo que escoge no favorece mi piel.
Le sonrío y tomo una dona pequeña y blanca.
--¿Pesadillas?
Suspira.
--Sí. Siempre. ¿Tú?
Me encojo de hombros.
--No pude dormir. Me pasa de vez en cuandoHago una pausa-- Mi madre solía decir que soy nerviosa. Mi tía. Como sea.
--He llegado a la conclusión de que la sangre no hace familiasMe dice, mirando a la ventana.
--Angelo es tu sangre, después de todo.
Me mira.
--Igual que tus tíos y tu prima, pero sabes lo que quiero decir.
Sí, lo hago.
--Holly, ¿Qué sabes de mis padres? Los reales.
Mira a su taza y agita el líquido con la cucharita.
--No recuerdo muy bien… Y la verdad es que mi memoria no es muy fiable, pero recuerdo algo. Recuerdo haber visto la foto de tus padres. Ella era pelirroja con ojos azules, como tú. Los ojos de él también lo eran, pero su pelo era castaño. Y tu hermano… Sé que tenía siete años. Creo.
Asiento.
--¿Sabes sus nombres?
--Sé que te hermano se llamaba Ethan, y sé que sus apellidos no habían cambiado. Sigues siendo una Hastings. Tu madre y tu tío eran hermanos.
--¿Fallon es mi nombre real?
--Sí. Pero no recuerdo mucho. Yo… estaba leyendo apurada porque temía que me atraparan, y sólo leí párrafos y palabras al azar… Siento no poder ayudarte, Fallon.
Niego.
--No. Tú me has ayudado demasiado. Gracias.
Dejamos que el  silencio entre nosotras gobierne, sólo oyendo la lluvia caer y los relámpagos estallar.
--¿Cómo están?SusurraMi familia.
Dudo, pero al ver el dolor en su rostro, hago recuento.
--Bueno, conocí a tu tío Carter. Él es… No parece malo, Holly. Es divertido y tiene un ego enorme. Yo…
  Me cuesta creer que es parte de esto.
Ríe.
--Sí.
Suspiro.
--También conocí a Lucy, y ella está genuinamente preocupada por ti. Igual que Chris. Ellos te aman.
--Apesta amar a alguien cuando no deberías de hacerlo, ¿no?Sonríe, pero no es el destello de felicidad que a veces veo en sus ojos lo que veo en esta ocasión.
Es un destello de vacío y dolor.
--O tal vez no amarlos, pero preocuparte. Apesta preocuparte cuando no deberías hacerlo.
Sus ojos se desvían hacia mí de nuevo.
--¿Chris?
Paso mis manos por mi cara, de repente muy cansada.
--Siento que lo traicioné. Él me traicionó a mí, es cierto, pero… Siento que lo hice, cuando salimos de St. Gallen. Cuando subí a ese avión. Estando aquí en Italia. Usando esa horrible peluca y siendo Zara.
--Pensé que te gustaba ser Zara.
--¿Te gusta a ti ser Lía?
Dejamos que el silencio rellene los espacios en blanco.
Claro que nos gusta. Nos gusta tener una vida normal, nos gusta ser alguien más.
--Me gusta mucho ser LíaMe dice al finalElla no tiene a uno de los hombres más poderosos y más cabrones del mundo como padre. Ella no está huyendo. Ella  tiene familia normal.
--Viviendo en Italia, enseguida de chicos guaposTermino.
Ríe.
--Es ciertoVoltea hacia la ventana de la cocina que da a su casa y suspira, su risa muriendoMe gusta mucho esa familia.
--Lo sé, ¿Verdad? ¿Viste la manera en la que se miraban los unos a los otros? Eso es amor.
--Siempre quise pertenecer a una de esas familias grandes, con hermanos y hermanas. No siendo Holly. Pero ahora, siendo Lía, tal vez pueda acercarme, ¿Sabes?
--He pensado en lo mismo, pero nos iremos, ¿Recuerdas? Nos iremos y tomaremos otros nombres y será como si nunca hubiésemos existido. Ellos nos olvidarán con el tiempo.
  No me voltea a ver, pero sé que mi respuesta le ha dado en el corazón. Estoy a punto de disculparme, de hacer algo, cuando me dice:
--Lo séHace una pausaÉl va a buscarte, sabes. Chris.
Suspiro.
--Pues sí. Me fugué con su prima.
Me mira, seria.
--Aparte. Sé que no lo conoces, pero Chris es muy intenso. Él no va a buscarte para traerte de vuelta, para traernos de vuelta. Él va a buscarte para preguntarte por qué.
--Entonces le saldrá el tiro por la culata.
--Chris sigue siendo un miembro de la CIA, y te llevará a rastras. A nosotras dos.
--Si soy un riesgo tan grande, no debieron dejar que viniera con nosotros.
Sacude la cabeza.
--Nosotros nunca dejamos a nadie atrás, Fallon. Eres de los nuestros. Y eres parte de esta familia ahora.
--Lo aprecioLe digo con honestidad.
--Deberíamos dormir, sabes. Si vamos a ayudar a Maddie mañana a hacer pastelitos.
--¿Realmente sabes hacerlos?
Me mira, ofendida.
--¿Pero y tú con quién te crees que estás hablando?




                                                                      





Cuando tocamos la puerta de los Sullivan, Thiago abre y sonríe. Más para Lía que para mí, pero bueno.
Holly.
--Qué bueno que están aquí. Maddie intentó hacer unos sin ti para ver si podía hacerlo y Atsuko los quemó todos.
 Se aparta de la puerta y en cuanto pasamos, escuchamos:
--¡Fue un accidente!
--¡Mataste mis panecillos!Grita Maddie desde algún lugar en la casa.
--¡Les habías puesto mucha azúcar de cualquier manera!
Holly suspira y nos mira.
--Qué bueno que ya llegué. ¿Qué harían sin mí?
Se abre paso, con las bolsas de materiales en sus manos que compró ayer. Thiago me mira.
--Tu hermana es…
Sonrío.
--Ya. Lo sé.
--Me gusta.
Lo miro y me mira. Luego se da cuenta de lo que acaba de decir.
--No le diré nadaLe digo cuando abre la boca para empezar a rogarLo prometo.
Sonríe.
--Eres la mejor.
--Sí, más o menos.
Reímos juntos y caminamos al comedor, donde uno de los chicos están sentados. En la puerta de vidrio que da a la cocina, veo a  Holly y Dexter, intentando ayudar a Maddie. Luego veo a Rob, sentado en la barra comiendo mezcla de cupcakes mientras los ve ayudar.
  Sonrío y ruedo los ojos.
--Me corrieron de la cocinaAtsuko dice, jalando la silla para que me siente enseguida de ella.
--Hola, chicosSaludo, luego me giro a AtsukoPorque asesinaste sus panecillos.
--¡Iban a salir mal de cualquier manera!
Kiki ríe, sosteniendo la mano de Ryan, de tres años. El niño sonríe, como si tuviera idea de qué está pasando.
--¿Pero por qué te ofreciste? No sabes cocinar un huevoLe dice Luke, con sorna.
Atsuko hace bola una servilleta y se la arroja.
--¿Por qué siempre te peleas conmigo?
--Oh, Atsuko. Sabes que te quiero. En el fondo. Luke hace una pausaMuy en el fondo; Como, muy, muy, muy en el fondo.
 Antes de que Atsuko pueda contestar, Dexter Sullivan sale de la cocina derrotado.
--Me ha corridoDice.
Nate se ríe.
--¿A Susie también la corrieron?Pregunté.
--A mamá también se le quema la maruchánComenta Nate, mirando a Atsuko.
--¡Oh, son tan malos! ¡Sólo pasó una vez!
La miro.
--¿Cómo quemas la maruchán?
Luce avergonzada.
--Olvidé ponerle el agua cuando la metí al microondas.
Río y ella me dispara una mirada amenazadora, así que me callo.
--¿Tú sabes cocinar?
--Muy poco. Mis padres casi no me dejaban usar la estufa porque pensaban que me iba a quem…
Me callo.
Thiago ladea la cabeza, mirándome.
--¿Pensé que era sólo tu papá?
--Sí. Papá.
Intento restarla importancia, pero intercambian miradas entre ellos. Nate me pregunta:
--¿Y cómo a Lía si la dejó y a ti no?
Me encojo de hombros.
--Es la mimada de la familia. Consigue lo que quiere.
Todos miran a Kiki, identificándola. Ella se encoge de hombros y se ríe.
--Es que soy AustralianaResponde con su voz dulce y juvenil, y es lo más largo que alguna vez la he escuchado decirTodo el mundo adora a los Australianos.
  Me río y ella me sonríe de regreso. Deja que el bebé Ryan juegue con juguetes en el piso y se viene a sentar a mi lado.
--Chócalas.
Ella levanta su manita hacia la mía y la chocamos, aun sonriendo.
--Aprovéchalo, KikiLe aconsejoLa pasarás  muy bien por el resto de tu vida.
Ríe, sonrojándose y bajando la vista.
--Están congeniando en nuestra contraLe dice Nate a Rob, quien hace unos momentos también fue corrido de la cocina. Nos mira de vuelta--¡Dejen que congeniar contra nosotros!
--¿Sabes?Le susurro a KikiLía tuvo novio a los quince y todo estuvo bien.
Me mira, con un destello en los ojos.
--¡No va a estar bien, jovencita!Le dice Thiago, apuntándole con un dedo--¡Y tú, deja de darle ideas!
--¿Te gusta alguien de tu escuela, Kiki?
--Okey, ya bastaDice Nate.
Río y paso el brazo por los hombros de Kiki. La niña se ha ruborizado. Sus hermanos lo ven también y su padre, quién pensé que era el más calmado, tiene las cejas fruncidas.
--Pero bueno, nosotras no tuvimos hermanos cuando crecimos, así que tal vez sea un poco distinto para ti.
Kiki frunce el ceño.
--¿Cuánto tiempo has estado aquí? Si no te molesta, claroLe pregunto a Kiki cuando la conversación fluye entre sus hermanos y hermanas.
--Cuatro añosSonríe.
--Es maravilloso. ¿Te gusta Italia?
Asiente, con una sonrisa. Me empieza a contar sobre los veranos, cuando en ciertas fechas las calles se llenan de puestos de artesanías y ella y su familia van a ver qué ven.
--Espero que empiece pronto este veranoMe dice.
De repente se da cuenta de que ha hablado mucho de un sopetón, y con una desconocida, y se detiene. Pero le sonrío para que sepa que todo está bien, que no quiero que tenga miedo de mí, que puede contarme lo que sea que quiera.
--¡Kiki, cielo!Escucho a Susie gritar desde arribaTe dije que recogieras los juguetes. ¿Dónde estás?
--OpssSe levanta y corre escaleras arriba.
Cuando volteo, su familia me está mirando. Fijamente.
--¿Qué?
Dexter sacude su cabeza.
--Es realmente tímida. Nunca realmente la había visto interactuar tanto con un extraño.
Me encojo de hombros.
--Supongo que soy sólo maravillosa.
Thiago asiente.
--Sip. Es hermana de Lía. No hay duda.
Me pregunto si alguna vez la hubo, y las alarmas en mi cabeza empiezan a girar y a hacer ruidos, pero ellos se ríen.
Si supieran que realmente no es mi hermana.
--¿Zara? Pensé que ibas a ayudarHolly está en la puerta, mirándomeVamos floja. Necesito que me ayudes a esparcir la sacarina en el hojaldre.
--No sé qué dijiste, pero está bienMe levanto y suspira. Estira su mano para que la tome, como si yo fuera la niña pequeña. Me estiro y la tomo, de cualquier manera, y permito que me arrastre dentro de la cocina.
 Media hora después, Maddie y Lía se dan cuenta de que no sirvo mucho para esto así que me ponen a decorar los panecillos de arándanos que ya han salido. Le pongo la crema batida arriba (Parece espuma) y en el centro les pongo tres arándanos. Como si necesitasen más. Hago lo mismo con el resto hasta que me doy cuenta de que los chicos los han estado tomando y ya no están.
Atrapo a Rob en el acto. Lo miro y él me mira.
--¡Maddie, tus hermanos se comieron los pastelitos! ¡No fue mi culpa!
Encojo de mis hombros hacia Rob, y él suspira.
--Mierda.
--Lo siento, grandote, pera eras tú o yo, así que…
Me encojo de hombros de nuevo.
Maddie le grita a Rob y él hace muecas de dolor. Lía me dice que vaya a tomar un descanso, porque de cualquier manera soy muy lenta, y Maddie toma a Thiago, Rob y Luke para que decoren, manteniéndolos en su vista.
  Al final, los únicos que no tenemos nada que hacer somos Nate y yo.
--¿Ya han recorrido Italia, Zara?
Niego.
--No he ido muy lejos, la verdad.
Sonríe.
--Pues sonríe, porque ese es nuestro boleto para salir de estos monstruos arruinadores de panecillos de hermanita menor.
--Oh, vaya. Y yo que pensé que era porque eras un caballero.
Sonríe de oreja a oreja.
--También, también.
Niego.
--Tengo que avisarle a Lía que nos vamos.
--Claro, sólo no le digas que vamos a tardar mucho porque no te va a soltar.
Asiento y me asomo a la cocina, donde los chicos lucen fastidiados.
--¿Lía? Voy a estar afuera un momento.
Se detiene en medio de la masa y me mira.
--Afuera… ¿Afuera? ¿O afuera, afuera?
Esto de la comunicación ya se me está facilitando.
--Afuera, afuera. Sólo por un rato.
--Zara, no creo…
--No voy a estar sola. Voy a ir con Nate. Volveremos pronto.
Tengo la sensación de que me va a decir que tengo algo con Nate, pero en vez de eso me mira con preocupación.
--No me siento cómoda con esto.
--Oh, vamosDice Rob, mirándonos--¿Es que se tienen que pedir permiso para todo?
Maddie le da una palmada en la cabeza.
--¡Decora, decora!
Se encoje de hombros y vuelve a su tarea.
--Tengo el celular. Voy a estar con Nate. No tardaré.
Asiente, no muy convencida.
--Ten cuidado. Y ya sabes…
El rostro. Lo sé.
Asiento y voy a la entrada, donde Nate me espera.
--¿A dónde vamos a ir?
Caminamos hasta un carro negro, que supongo que es el suyo, y me abre la puerta.
--Vaya, gracias.
Asiente hacia mí.
--Hay muchos lugares de Roma para ver.
--¿Podemos ver el coliseo?
--Claro. ¿Qué tal unos helados primero?
--Seguro.
Me miro en el espejo frente a mi asiento y aliso mi pelo rubio y lacio, con ese copete que me molesta. Casi no parezco la verdadera yo. Estoy  a salvo.
  De cualquier manera, me pongo los lentes de sol enormes.
--Entonces, ¿Dónde vivían antes de estar aquí?
Dudo, mientras él prende el motor y el carro avanza.
--Estuvimos en varias partes, pero siempre en América. Nosotros… nos mudamos de vez en cuando.
Al menos, sirve de explicación para cuando nos vayamos.
--¿Por qué es eso? ¿No les gusta ningún lugar en específico?
Me encojo de hombros.
--Papá decide, y nosotras no preguntamos.
Lo cual es cierto.
--Bueno, te prometo que Roma es un lugar en el que te gustaría quedarte. Es maravilloso. Más si ere una friki del arte… No eres una friki del arte, ¿Verdad?
 Río mientras sacudo la cabeza.
--No, la verdad no. Nunca tuve… ninguna pasión. Bueno, me gustaba nadar. No era muy buena, pero era algo que me gustaba.
--¿No lo haces más?
--No. Renuncié.
--¿Por qué?
Me encojo de hombros. ¿Cómo le iba a explicar que tenía miedo de ahogarme si entraba en pánico?
--¿Cuántos años tienes?Le pregunto.
--Veintidós.
--¿Estás en la universidad? ¿Aquí en Italia?
Asiente.
--Pero aún paso la mayoría del tiempo con mi familia. No me gusta estar muy lejos.
Sonrío.
--Me gustan. Creo que son muy… dulces.
Sonríe, no una de esas sonrisas amables que me da, sino una de verdad.
--Sí, lo son.
--¿Está bien que te pregunte cuánto tiempo llevas con ellos o es algo de lo que nadie habla?
Sacude la cabeza.
--No, está bien. Todos llevamos bien el hecho de que somos adoptados. Llegué cuando tenía siete años. ¿Cuántos años tienes tú?
--Dieciocho.
  Me habla de trivialidades hasta que llegamos a una pequeña tienda con helados de muchos sabores, y puesto que no he salido de napolitano nunca y que no sé italiano, le pido que escoja por mí. Después, caminamos por las calles y parece divertido con mi sorpresa al ver la cuidad.
  Es realmente hermoso.
Terminamos sentados en una banca en una plaza cerca, terminando el helado que se ha derretido en su mayoría.
--Ojalá pudiera quedarme aquí por siempreSuelto de repente.
Levanta una ceja.
--¿Pero cuál es la necesidad de mudarse tanto? Es sólo que no lo entiendo.
Me encojo de hombros, no encontrando ninguna respuesta en mi mente.
--Eres muy buena con los niñosDice Nate, cambiando de tema, lo cual agradezco internamente.
--¿Por qué lo dices?
--Kiki. No le gustan mucho las personas.
--¿Por qué?
Suspira.
--Realmente no lo sé. Algo pasó con sus padres biológicos antes de que la adoptáramos, algo que la asustó. No lo sé; Mi madre es la que se encarga de todas las adopciones y nunca nos dice nada. Aunque no es que preguntáramos de cualquier manera.
--Kiki es adorableLe sonrío.
Sonríe de una manera muy tierna. Me dan ganar de pellizcarle las mejillas porque es sólo tan lindo.
--Sí, lo es.
--¿Tú preguntaste a Susie algo sobre tus padres biológicos? ¿O recuerdas algo?
Sus sonrisa se desvanece y sus ojos se quedan en blanco. Así es como sé que he ido por un camino al cuál probablemente no debí ir.
--Lo siento.
Sus ojos conectan con los míos de nuevo, brillando con una chispa de conocimiento que me dice que ha vuelto a la realidad.
--No te preocupes. Yo… recuerdo algunas cosas. Otras me la ha dicho Susie. De cualquier manera, no me gusta especialmente recordar.
--¿Ellos eran… malos?
Cállate, Fallon. Cállate ya.
--No. Ellos…
Sacude la cabeza y sonríe, y sé en ese momento que ya no me va a decir nada.
--Yo no recuerdo a mamáComento, como si eso pudiera solucionar algo. Como si pudiera ser menos incómodo.
Pero es la verdad. No la recuerdo. A la real, me refiero.
Desearía que Lía nunca me hubiera dicho.
No, espera, ¿Qué?
Holly.
Repito el nombre en mi cabeza muchas veces hasta que Nate habla:
--¿Eso te molesta? ¿No recordar nada?
--No lo sé, es sólo que… Es difícil.
--Pero mira el lado positivo: Nos ha ido bien a ambos. Tú tienes a tu papá y a tu hermana, y yo tengo a mi numerosa familia. Terminamos ganando.
  Tal vez él lo hizo, pero, ¿Yo? Ja.
--Supongo que sí. Sólo digo que…
Me callo.
Allá, más al frente, parado frente a una fuente, consultando su celular, hay un chico. Un chico que veo a la distancia, y sólo de perfil, pero tengo la impresión de que lo conozco. Tengo la impresión de que es Chris.
  Un temblor atraviesa todo mi cuerpo, y de repente siento frío. El aire en mis pulmones deja de llegar y batallo para recuperarlo.
Y se da la vuelta.
Pero no es Chris. Dios, no es Chris.
Respiro con alivio, pero me doy cuenta de que las cosas no están bien. Mi corazón está latiendo demasiado fuerte contra mi pecho, y siento que no estoy respirando. Sé que lo estoy haciendo, porque siento el aire entrar en mi cuerpo y llegar a mis pulmones, pero realmente me estoy quedando sin respiración.
  No puedo respirar.
Oh, dios, no puedo respirar.
--Zara. Zara. ¿Estás bien?
La voz de Nate se oye muy lejana y el olor del helado que acabo de comer llena mi nariz.
 Y sé. Así de simple, yo sé.
Estoy teniendo un ataque de pánico.
Odio estas mierdas. Son horribles. Son la peor cosa que pudieron haberme pasado alguna vez, y sé que eso de ser una psicópata (Aunque sea pasiva) es una porquería, pero el sentir un ataque de pánico se siente como el peor castigo.
  He tenido ataques de pánico incluso antes de tirar a Macey por las escaleras o clavarle un cuchillo, antes incluso de que me diera cuenta de que había algo  
realmente mal conmigo. Creo que empezaron cuando tenía unos once o doce años. Realmente nunca he sido muy normal.
  Recuerdo que cuando era niña pensaba que Dios me estaba castigando por ser mala. Por pellizcar a Macey o por no recoger mis juguetes cuando mi mamá lo decía. Pensaba que me lo merecía, y rogaba todas las noches por hacerlo desaparecer. Juraba que iba a ser buena.  Juraba muchas cosas que no podía cumplir, realmente.
 Fue cuando tenía quince años cuando me di cuenta de que no era mi culpa, y luego me enteré de que era una psicópata cuando casi mato a Macey. Me sentí como mierda.
--Zara. Me estás asustando. Zara. ¡Zara! ¿Qué pasa?
  Mi vista se pone nublosa, y cuando miro a mi regazo, me doy cuenta de que Nate me toma de las manos. Intento mover mis dedos, pero he perdido sensibilidad.
--Oh, mierdaMurmuro.
Siento la adrenalina correr por mi cuerpo, y sudor frío cae por mi cuello.
--
Voy a llamar a GerardDice, y suelta una de mis manos.
--¡No!
Luce asustado.
--Zara, ¿Qué quieres que haga?
Niego con la cabeza, indicándole que nada.
--Zara, no sé qué pasando y estoy asustado.
Siento mi boca muy seca, pero me las arreglo para decirle que es un ataque de pánico.
--Mierda. No sé nada sobre eso.
Empiezo a llorar, porque voy a morir asfixiada, y él me atrae a su pecho y me sostiene fuerte. Sé que no voy a morir, porque no se puede morir de un ataque de pánico. Pueden durar un tiempo, sin embargo. He oído que lo máximo que duran es media hora.
--TiempoMurmuro contra su cuelloToma el tiempo.
Me mira por unos segundos, pero llega a la conclusión de que es mejor si sólo me hace caso, así que saca su celular y pone el cronómetro. Lo pone en su pierna y me vuelve a rodear con sus brazos mientras sollozo y tiemblo. En un momento, siento que su agarre es muy apretado, pero de alguna manera me hace sentir… segura.
Como si no pudiera enloquecer si me tiene atrapada en sus brazos.
  Después, cuando siento que he vuelto a la normalidad, cuando siento lentamente la sensibilidad es mis manos regresar, me separo de Nate, total y completamente avergonzada. Ni siquiera puedo mirarlo a la cara.
 Alcanzo el cronómetro y lo detengo. Trece minutos y seis segundos.
Bueno, no fue tan mal. Claro, apartando el hecho de que me siento drenada tanto física como mentalmente.
--Creo que deberíamos ir a casaMurmuro, levantándome.
Se levanta y me toma del brazo cuando avanzos sin él. Me hace mirarlo a la cara.
--Zara. ¿Estás bien?
Asiento.
--Sólo cansada.
Me toma por los brazos, arriba de mis codos.
--¿Te pasa seguido?
--No mucho. No me había pasado en un largo tiempo.
--¿Sabes por qué te pasó?
--Los ataques de pánico pasan de la nada.
Lo cual es verdad, pero sin embargo esta vez fue porque me llevé un susto de muerte.
Abre la boca para decir algo, pero suspira.
--Me asustaste mucho, Zara. Mucho, mucho.
--Lo siento.
Sacude la cabeza y pone un brazo sobre mis hombros, y caminamos juntos hacia el carro para volver a casa.
  Conducimos en silencio y hago lo mejor que puedo para evitar sus ojos. Cuando entramos finalmente y atravesamos la casa hacia el comedor enorme, Lía se asoma desde la cocina y suspira aliviada cuando me ve.
--¿Todo bien?Interroga.
--Todo bien. ¿Me extrañaste?
Sonríe y resopla, pero puedo ver el alivio en sus ojos.
--Ya quisieras, perdedora.
Vuelve a la cocina y yo me siento en el comedor donde todos quienes han sido corridos de la cocina están. O sea, casi todos.
  En todo este tiempo, los ojos de Nate viajan de Lía a mí.
Suspiro y paso mis manos por mi cabello, e intento recordarme a mí misma que su nombre es Holly, y que el mío es Fallon. Ni Zara ni Lía existen.
No son reales.
Nunca han sido reales.
Un movimiento atrapa mi atención por el rabillo de mi ojo, y veo el espejo en la pared que  he evitado todo este tiempo. Mi reflejo me sonríe, y me guiña un ojo. Luego habla.
--No, cariño. Dejamos a Fallon y a Holly atrás hace mucho tiempo. Ahora ellas no son reales. Nosotras sí.
--Tú no eres nadieMurmuro bajo.
--¿Qué?Atsuko se gira y me mira--¿Qué dijiste?
--Oh, nadaLe sonríoSuelo hablar conmigo misma. Estoy así de loca.
Se ríe. Si supiera.




                                                            
 



El tintineo de los cubiertos se detiene esa noche cuando Angelo aclara su garganta, de vuelta en casa. Holly y yo nos miramos a los ojos y luego a él.
--Entonces. Tengo dos noticias. Conseguí una terapeuta para que las ayude desde aquí, en la casa. Diremos que es mi hermana, su tía. Manejará su medicación, entre otras cosas, y espero que sean buenas con ella.
  Holly y yo nos miramos de nuevo.
--La segunda cosa es que les he dicho a los Sullivan que probablemente no los verán en un  par de días. Dije que tenían que desempacar.
  Mis hombros caen y Holly salta en su silla. Llevamos como cuatro días aquí, pero ellos me agradan bastante y no quiero dejar de verlos.
--¿Por qué?
--No es como si Dexter y Susie no están conscientes de su enfermedad. Ellos… se preocupan.
Parece que tiene duda sobre continuar, así que yo lleno los espacios en blanco con las palabras que sé que todos están pensando.
--No quieren que estemos tanto tiempo con ellos porque tienen  miedo de que le hagamos algo.
Holly nos mira.
--De mí. Fallon es prácticamente normal, pero yo soy la tormenta, ¿Verdad? Tienen miedo de mí.
  Mi nombre me sorprende. No lo había oído desde hace unos días, pero de alguna manera suena desconocido y extraño.
Eso me asusta.
Angelo, por ser quién es, intenta hacer reparación de daños. Como si de hecho fuéramos escuchar. No por el hecho de ser adolescentes enojadas, sino porque sabemos mejor cuando nos dicen que no es tan malo.
--Sólo es protocolo. Niñas…
--Tal vez simplemente deberían encerrarme en mi habitación por siempreHolly está realmente molesta, pero con su propia enfermedad.
 Y entiendo. Porque de los millones y millones de personas somos unos de esos tres por ciento de la población mundial (aproximadamente) que están completamente fuera de su mente. Somos nosotras a quienes nos ha
afectando. A adolescentes,  ni más ni menos.
  Tenemos derecho a estar molestas.
--No eres la única que lo ha pasado malLe digo para intentar tranquilizarla, pero al parecer, se lo toma mal.
--Bueno, según recuerdo, no fuiste tú quien se levantó a la mitad de la noche y arañó la puerta hasta que hubo marcas y tus uñas se rompieron así que las tuviste que cortar.
  Bajo la mirada hacia sus uñas, que han sido pintadas con un color púrpura, pero definitivamente están más cortas.
--Quería salir y no sé qué hubiera pasado si Angelo no cerraba nuestras puertas con seguroContinúa, y veo algo en sus ojos que no había visto, aunque supongo que debería. Perturbación.
 Sé qué pasaba cuando esa mirada aparecía. Sé que si empujo un poco más, ella finalmente se romperá y la locura brillará en sus ojos. Así que dejo que mis cubiertos caigan en la mesa y los oigo tintinear sobre el plato medio lleno, mientras estiro mis manos hacia Holly y las tomo, apretando fuerte. Muy fuerte, como si nunca fuera a dejar ir. No sé acerca de ella, pero el contacto me da paz. Cuando siento que enloquezco. Siento que si una persona me agarra lo suficientemente fuerte yo nunca tendría la oportunidad de ir a ese lugar oscuro al que voy cuando enloquezco.
  Los ojos de Holly se clavan en los míos, y al cabo de unos momentos, ella también se aferra a mí. Y siento que cree honestamente que no voy a dejar ir.
--Tuve un ataque de pánico hoy con NateLe digo, y luego miro a Angelo, porque siento que él debía de saber primeroEstábamos ahí y pensé que había visto a Chris, pero no fue así. Fue otro chico. Fue otro chico y yo entré en pánico frente a Nate, y me sentí tan avergonzada.
    La niebla se disipa un poco de sus ojos. Sólo un poco. Con nosotras, realmente nunca se va, y es por eso que evitamos mirar a las personas a los ojos cuando podemos, porque se dan cuenta de que hay algo mal sobre nosotras. Si alguien lo notó, no dijo nada. Es fácil pasar desapercibida con Holly porque tiene una gran boca, y yo también, pero digamos que me he vuelto lo que se dice tímida. Ahora mi gran copete se pone en mi camino y por eso lo agradezco.
--Fallon…--Angelo dice mi nombre, pero no sabe cómo continuarPuede que esto no vaya a funcionar. Tienen que estar en una clínica, y lo saben, pero eso puede implicar que ellos las encuentren. Y tengo miedo.
  De alguna manera, escuchar a Angelo decir que tiene miedo, me da miedo. Lo sé, lo sé. Es sólo que él es nuestra ancla, quien nos dice que todo va a estar bien. Así que sí; que me diga que tiene miedo me perturba.
--Un ataque de pánico no es tan graveLas lágrimas cubren su rostro, y sé que se odia por eso.
--Lo sé. Pero no es sólo el ataque, es el hecho de que no puedo mirarme a los espejos y escucho voces, y que tengo que tomar pastillas para dormir porque si no tengo miedo… Pero estamos juntos. Quiero decir, si nos cubrimos la espalda nada tan malo puede pasar, ¿Verdad?
  Pero herí a mi hermana. ¿Qué me impide de despertarme una noche y herir a Angelo o a Holly? ¿O a los Sullivan? Kiki aparece en mi mente en un flash, y el bebé Ryan, y tengo que cerrar los ojos porque es demasiado.
  Quiero creerme lo que acabo de decir, pero es que nosotras no podemos estar en la vida real. Pertenecemos a clínicas, encerradas en habitaciones pequeñas y acolchonadas, con sedantes, como unas pequeñas ratas de laboratorio, porque somos defectuosas. Somos defectuosas y peligrosas. Somos el terror en la humanidad, somos los monstruos que salen por la noche en la mente de Macey, en la mente de tantas otras personas.
  Somos eso y mucho más.
Y aun así seguimos siendo humanos. Humanos con un corazón que late en nuestros pechos, con sentimientos y arrepentimientos. Humanos que quieren superarse, a pesar de la verdad, a pesar de la locura que habita dentro de nosotros.
 A pesar de que nos odiamos por lo que somos y lo que hemos hecho.


-Sthep Stronger.

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