martes, 10 de julio de 2012

Mine, capítulo 31.

Foto: - Donde estabas esta mañana?
+No recuerdo, hace demasiado tiempo.
- Que harás esta noche?
+Nunca hago planes con tanta antelación..

-albba'#
Mine, capítulo 31. "Fuego".

Golpeo una uña larga contra la madera café de mi piso.
Clap. Clap. Clap.
Me siento traicionada.
Clap. Clap. Clap.
Me siento como si fuera un pañuelo desechable. Para usar y luego tirar.
Clap. Clap....
No hay ninguna lágrima en mi rostro. Pero no me siento bien.
Nunca se va a sentir bien.
Hay alguien más ahí afuera. Alguien a quién eligió antes que a mi.
Clap. Clap. Clap....
¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Tengo que hacer como si nada de esto no hubiera pasado nunca? ¿Tengo que... intentar olvidarlo? ¿Hacer un hechizo para el olvido? ¿Qué? ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Podría echarme a llorar sin más? ¿Debo de? Me siento muy cansada para eso. Así que me pongo a tocar mi cara.
 Parece que esa es mi mejor opción. Quién sabe. Tal vez lo es.
 Sin embargo, dormir muchas horas no  me ayuda en lo absoluto. Me despierto esa misma noche, a las cuatro de la mañana, y las mismas palabras me atrapan.
"¿Qué tengo que hacer ahora?"
Pero decido no intentar contestarlas hasta la mañana siguiente, cuando despierto. Pero tampoco sé las respuestas.
Así que, esta mañana, cuando me despierto, no sigo mi rutina de poner el despertador cinco minutos de pausa y cerrar los ojos y adormilarme, estándo pendiente de todos y cada uno de los sonidos de mi madre en su habitación de enseguida. En vez de eso, cuando me levanto, me siento en la cama y paso las manos por mi frente y mi cabello. Luego me aferro con las manos a mi colcha.
 Pero tengo que ir a la escuela.
Me levanto y tomo el uniforme. Es el momento cuando recuerdo que no lavé la estúpida camisa de botones blanca. La tomo del cesto de ropa sucia y la huelo.
¡Qué demonios! Está bien. Me la pongo así.
Intento esconder la mancha fajándome la falda más de lo que suelo, porque siempre me dejo un pedazo suelto, a la altura del estómago, pero ahora no.
 Me intento hacer una coleta de caballo suelta, pero, aunque lo repito tres veces, las ligas se me rompen.  Así que al final lo dejo y me marcho escaleras abajo  con mi mochila al hombro para tomar el desayuno.
 Pero no hay gas.
Ni hay leche para el cerial.
Las manzanas me las acabé cuando llegué a casa, devorada por la ansiedad. Y es que cuando me da ansiedad, no me puedo despegar de la cocina. Pero sé que no puedo ganar peso así como así. Así me fui por la fruta.
Este día es un desastre.
Lo ha sido desde el primer momento en que me desperté.
--¿Estás bien, guapa?--Pregunta mamá.
Ni siquiera la miro.
--Sí.
Tomo mi cartera antes de que se me olvide y cruzo la puerta mientras digo:
--Me veré con Luce en el metro. No tienes que llevarme. Te veo luego.
--¿Estás bien?--Pregunta, quitándose la toalla de la cabeza.
Quién sabe.
--Sí.
Pero ella no me oye; Ya me he marchado.


Sí; Ha sido un día malo. Muy, muy malo.
Primero corro a la escuela para no llegar tarde, y en eso, me tropiezo en la banqueta y me sale una herida en la pierna. Sangra. Luego, cuando estoy en la escuela, un prefecto me dice que no entraremos hasta las diez y media. Que avisaron el día anterior.
Y es cierto. ¡Lo olvidé!
Murmuro groserías por lo bajo mientras camino por la acera.
¡Maldita sea!
Mi estómago ruge porque no he desayunado.
Camino por las calles en sentido contrario de camino a mi casa ya que son las ocho. Pienso en ir directamente a Hammilton's Street para alcanzar el camino más fácil a casa.
Hammilton's Street es mi salvación.
Pienso en todas las cosas que podrían ocurrir cuando llegue al metro, tal vez esté averiado todo y congelen lo servicios.
De solo pensarlo, me detengo y doy una patada en el piso.
¡No pueden hacer eso!
Un auto pita muy, muy, muy cerca de mí. Doy un respingo y pienso:
"Genial. Voy a morir."
Entonces alguien grita:
--¡Eh, Cariño! ¿Creo que estás en dirección contraria! ¡La escuela es por allá!
Giro para ver a quién le voy a meter el puño en la cara por haberme llamado Cariño, pero es Lucas quién me sonríe.
Por un momento, se me corta la respiración. Pero con eso, no puedo lidiar ahora. No estoy para andar con más problemas.
 Hablo antes de pensar.
--¿Pero porqué siempre me cruzo contigo?
En vez de ofenderse, su sonrisa se ensancha.
Se ve tan guapo...
Sacudo la cabeza.
"Relájate, Lena, relájate".
--Quién sabe. He estado pensando en que podrías estarme acosando.
Lanzo una risa.
--¡Sí! ¡Ya quisieras!
Me doy la vuelta con la intención de seguir mi camino.
--¿A dónde vas? ¿Vas a jugar de chica mala y te vas a saltar las clases?
Lo miro.
--¿A dónde vas tú?
--Pues, a clases, cariño.
Ruedo los ojos.
--Eso te está empezando a gustar.
El agita la cabeza.
--Enfadosa--Murmura.
Sonrío.
--¿Te saltaste las clases ayer, no es así?
El mira hacia las ventanas, intentando cambiar el tema.
--Tal vez. ¿Porqué?
--Porque ayer informaron que no habría escuela hasta las diez y media. Lo hicieron por la mañana.
Pimero me mira fijamente y luego empieza a soltar palabrotas entre dientes.
--Por eso Ellie me mandó a freír espárragos cuando la quise levantar por la mañana.
Chasqueo la lengua.
--Sí... Adiós, Cariño.
Camino derecho por la calle e intento alejarme de él, pero él da en reversa.
--¿Quieres que te lleve?
Sigo caminando.
Lo miro.
--Vete a tu casa.
--¿Porqué estás de tan mal humor?
--¿Sabes?  Un carro te chocará tu precioso auto. Largo.
--No te voy a dejar a aquí sola.
Pienso que es muy noble de su parte, pero estoy de mal humor, y no me interesa.
--Gracias. Pero temo que te pueda ahorcar en cualquier momento.
Sonríe.
--Soy como un gato, tengo nueve vidas. Vamos, sube. A José no le hará mucha gracia que te haya dejado caminar por ahi por tí misma. Tu casa está lejos.
 Algo me dice que no se detendrá hasta que haya subido así que jalo la puerta de golpe y me subo.
--¡Epa! ¡Cuidado con mi auto precioso!
--Cállate.--Dejo la mochila a mis pies y me relajo en el asiento copiloto.--¿Y qué? ¿Le cuentas todo a José?
--Bueno, es mi hermano. Es como la relación que tienes con Sara. ¿No compartes nada con ella?
---Pues...
Levanta una ceja.
--Olvídalo.
--Sólo, no sé, a veces Alan y José son muy sobreprotectores conmigo.
--Es fácil: Te quieren. Es imposible no amar tu sarcásmo.
Lo último fue sarcástico.
Sonrío.
--Y el tuyo.
Me sonríe de vuelta.
--¿Y tú qué, pues? ¿Te caíste a la lavadora ayer? En verdad que pareces de mal humor.
Saco el aire.
--Peor.
--¿Peor que caerse en la lavadora?
--Si. Peor aún.
Levanta una ceja.
--¿Quieres hablar de ello?
--¡Oh! ¡Vamos! Pareces la psicologa que visitaba cuando tenía doce años.
--¿Fuiste al psicologo?
Dobla la esquina.
--Pues sí.
No dice nada más. De repente me suelta algo como:
--¿Desayunaste?
Parpadeo.
--¿Qué?
Estaba total y completamente segura de que me seguiría preguntándo del psicologo.
--Que si desayunaste.
--No. Fue una mañana difícil. ¿Y tú?
--No desayuno en casa. Muero de hambre.
Sacudo la cabeza.
--¿Qué? ¿Y dónde desayunas?
--En un lugar cerca de aquí. Me hacen descuento de empleado. Tienen las mejores malteadas en el país. Te lo juro. A puesto que la de frutas te encantará.
--¿Ya tienes trabajo?
Sonríe.
--Sí.
--¿Y te da tiempo para desayunar y luego ir a la escuela? ¿A que hora te despiertas? ¿A las cinco?
--Exágerada.
Sonrío.
--Me muero de hambre--Murmuro.
Me mira. Con esa mirada...
Sonrío automáticamente. Sonríe de vuelta.
--¿Qué?--Dice.
"Me gustas", aparece en mi mente.
Me detengo.
Parpadeo y aplasto el botón imaginario en mi mente "Detente y borra".
--Nada.
Pasamos en silencio el camino hasta un restaurante pequeño muy mono, con paredes de ladrillo y una chimenea.
--Oye, muy lindo.
--Lo sé.
Cuando entramos hay muchas personas del servicio que lo saludaban, chicas y chicos. Pues claro, a todo mundo le agrada Lucas. Debe de estar mal mentalmente al que no le agradara Lucas.
Me concentro en el calor de la chimenea, y no en las chicas guapas que le sonríen. Miro fijamente su reacción cuando ellas lo miran y le sonríen.
 Casi me duele el pecho de alivio cuando descubro que no las mira de esa manera.
La mirada está reservada para mí.
Sonrío un poco y me muerdo el labio.
Cuando terminamos de pedir (Pedí un licuado de frutas con miel y una dona) él me pregunta:
--¿Porqué estabas de tan mal humor?
Lucho para no atragantarme con mi saliva.
--¿Porqué me haces preguntas que son incómodas de contestar?
Ladea la cabeza.
--¿Problemas personales?
Asiento con cansancio.
--La historia de mi vida
Nos miramos.
Reímos.
--Sabes que puedes confiar en mí--Dice, remangándose la camisa, subiéndola hasta sus codos.
Sonrío.
--Tampoco quiero agarrarte de psicólogo, ni arrastrarte con mis problemas.
--De acuerdo. Pero sabes que siempre estoy encantado de ayudarte.
Miro la misa, y luego a él.
--¿Porqué?
Quiero saberlo. Busco en sus ojos, algún indicio. Algo.
Pero sólo puedo ver la chispa en su interior.
Su manera de mirarme.
--Honestamente no estás preparada para escucharlo. Y tal vez tampoco sea el mejor momento para decirlo.--Sonríe--¿Cómo va el asunto de las cartas?
 Suspiro.
--No he recibido otra desde la última.
--¿Las lees?--Murmura.
--No.
--¿Y los mensajes? ¿Cómo vas con eso?
--No he recibido uno aún.
--¿Cuál es el problema?
Lo miro fijamente. Sé que sólo intenta ayudar, pero me molesta. Me molesta que quiera saber todo y me molesta que yo quiera confiar en él. Me molesta que siempre termino diciéndole los detalles personales de mi vida. Todas esas cosas.
 Pero él no se queda callado.
Parece tan tranquilo, allí, mirándome... Con esa mirada, por supuesto... Se ve tan sereno...
Y entonces abro la boca.
--¿Y qué me dices que hacía Ellie en el hospital? La verdad es que la he visto muy sanita.
Se sienta derecho en su silla. Su rostro cambia. Ya no me mira de esa manera. Me congelo.
¡Yo y mi estúpida boca!
Su mirada me perfora, y tengo esa sensación de que en cualquier momento voy a salir corriendo gritando "¡FUEGO!"
Desvío la mirada hacia la mesa justo cuando vienen con el pedido. Observo mi dona de azúcar.
Fue una mala idea subir a su auto.
Pues sí; Este día ha sido horrible.
 Pasamos medio minuto en silencio hasta que decido que es suficiente.
--Oye, lo siento. Sólo intentaba jugar tu juego.
Lo miro a los ojos.
Me mira. Abre la boca. Intenta decirme algo, peor al parecer luego cambia de parecer y suspira profundamente.
--No... No te estoy jugando nada, Lena.
--¡Ya lo sé!--Me desahogo--¡Es sólo que siempre termino diciéndote cosas sobre mí y no sé nada sobre tí ni de lo que te pasa ni de tus problemas ni nada! ¡Y no es justo!
 Parece que no sabe que decirme. Como si estuviera midiendo sus palabras.
--No es que no quiera. Es que no puedo. No es mi secreto.
Pego la espalda a mi silla.
Pues no, no sé que contestarle.
Él pasa las manos por su cabello rubio ceniza.
Silencio.
¡Oh, maldita sea!
--¿Pero Ellie está bien?
Se encoje de hombros.
--En general.
--¿Está enferma?
--Algo así.
Inclino la cabeza a un lado. ¿Cómo eso pude ser una respuesta?
--¿Estás evitando el tema?
--Más o menos.
Me rasco la cabeza. Silencio. Pienso seriamente el largarme, y, después de todo... Es mi estilo, ¿No?
Me doy cuenta de que esta conversación ya la hemos tenido.
--Es mi hermanita, Lena. No la puedo traicionar.
Rompo la dona a la mitad.
--Te entiendo--Murmuro--Pero...
--¿Pero qué?
Parpadeo.
--¿No hay nada más de ti que sea verdaderamente malo que puedas contarme?
De acuerdo, estoy casi desesperada.
Casi.
Entonces su sonrisa vuelve.
Y te juro que casi me levanto gritándo Fuego.
¡Oh, Dios mío! ¡Me está mirándo de esa manera de nuevo!
--No creo.
Me cruzo de brazos con una sonrisa insinuada en mi rostro, sabiendo que todo está bien entre nosotros de nuevo.
 Y me alivia tanto que es casi doloroso.
--Te sacaré algo--Prometo.
Sacude la cabeza.
--A lo mejor te lo digo primero. Pero no será pronto.
Nos sonreímos.
--En verdad lo siento--Murmuro--Sabía que era un camino que no debería tomar. ¡Pero tú también lo has hecho!
--Pero en todas han sido tus cosas. No las de alguien más.
Me pregunto si Ellie tiene algo como cáncer.
Me estremezco.
--De acuerdo.
Él mira su sándwich y luego me sonríe.
--Ahora cómete eso, porque la última vez dejamos todo en la mesa y Jessie lo tomó y lo comió. Y es alérgica a un ingrediente que tenía. El punto es que terminamos dejándolo todo. Se echó a perder. Pero el día en sí no fue malo...
 Evito su mirada.
¡Si que fue malo!
--Bien.
Pero me sonríe.
Y sólo pienso:
¡FUEGO!

-Sthep Stronger.

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